jueves, diciembre 25, 2008

Navidad 2008




















Al servir a los otros, ganamos un tesoro inestimable: el amor de Dios. Parece fácil, pero, por su naturaleza, el amor de Dios requiere un corazón muy limpio y abierto para absorverlo. Es un amor más grande que el universo y más caliente que el sol; pero también es más sereno que la luna. Es el amor que me hace sentir valioso. Al servir a otros, al ayudar a otros a caminar, sin volverse su soporte, estamos acercándonos de Aquel que es el Creador del alma humana

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